domingo, 17 de julio de 2016

GUTMAN y PAZIENCIA marcan el regreso al grado cero del arte. Por Ana MARTINEZ QUIJANO para Ambito Financiero


Martes 12 de Julio de 2016


Frente a la celeridad y el ruido, los artistas expresan la seducción y la
poderosa influencia del revolucionario “Cuadrado blanco sobre fondo blanco”
del ruso Kazimir Malévich. La seducción que hoy ejerce el arte de las primeras 
vanguardias rusas se  acentúa en todo el planeta y varias muestras en la 
Argentina se suceden brindando  pruebas de este fenómeno. 
En la luminosa exhibición "Campos de Marte" que presenta la galería
Pabellón 4,  los artistas Marcelo Gutman y Martín Paziencia muestran la
poderosa influencia del revolucionario "Cuadrado blanco sobre fondo blanco" pintado por Malévich en la segunda década del siglo XX. A partir de este hito, ambos trascienden la cita y abren camino hacia sus propias investigaciones.
La sala de Pabellón 4 tiene las paredes, el techo y el piso, pintados de blanco. Allí, las obras, también blancas, proyectan las sombras que las configuran. La luz dibuja la forma y el efecto es bellísimo. Gutman explica que la belleza de sus cuadros es producto de la armonía perfecta lograda a través de unos complejos cálculos matemáticos. Luego, sin el aporte de la ciencia, pero con el dominio del espacio que le brinda su oficio de escultor, Paziencia levanta paralelepípedos de cerámica blanca. Las formas abstractas invitan a imaginar ciudades silenciosas e inmaculadas; ciudades blancas, con la cualidad incomparable del trabajo manual. Las aristas son suaves y las superficies opacas resguardan la calidez del modelado. La potencia de las luces exalta el brillo y la ausencia del color en las obras de ambos artistas y destaca, además, la sensación que provoca el contraste entre el interior de la galería y el afuera, donde reina el desorden y el ruido de las calles porteñas. Los cuadrados de Gutman le demandaron 12 años de investigar una estrecha relación entre las matemáticas y las artes visuales. Su estilo reside en las formas nítidas y cortantes de las figuras geométricas y monocromáticas que, con leves diferencias de volumen, dibujan el sobrerelieve en sus obras, en sus cuadrados tan blancos como los de Malevich. La cita al artista ruso resulta eficaz. La década que se iniciaba en 1910 dejó la huella de notables cambios en la percepción del universo. No resulta extraño en el caótico mundo actual que los artistas generen una pausa y busquen afinidades dentro de la historia del arte. En medio del aturdimiento provocado por las velocidades impuestas por la alta tecnología, que altera el control de la propia existencia, algunas vertientes del arte acortan distancias con la vida real, mientras otras se vuelven reflexivas. "He salido al blanco. Naveguen conmigo compañeros aviadores. Naveguen en el abismo", con este imperativo vanguardista, Malévich pinta el "grado cero" del arte. El escritor César Aira cuenta, en su texto "La utilidad del arte", que en su Pringles natal "había dueños de autos que se jactaban, sin mentir, de haberlos desarmado 'hasta la última tuerca', y haberlos vuelto a armar". Agrega que reiteraban esta proeza con relojes o lavarropas, hasta el momento en el cual se crearon las inabordables "cajas negras" y "la humanidad dejó de saber cómo funcionan las máquinas que usa". Para Aira, el arte "sigue siendo el mejor campo de práctica y experimentación de la vieja inteligencia, la que se imponía el (revolucionario) objetivo de saber cómo funcionaban las cosas, y cómo funcionaba el mundo". El artista -observa - "es el único ciudadano corriente, no financiado por el poder, que trabaja con una materia sofisticada y actual que no es una caja negra, es decir que puede ser desarmada y reconstruida enteramente. Es el único que usa un tipo de inteligencia que se está atrofiando en la sociedad". Los cuadros de Gutman demandan justamente ejercitar la capacidad de razonar y abstraer para realizar cálculos perfectos. Su obra surge a partir de un fenómeno matemático: los llamados "cuadrados mágicos", series de números distribuidos en una cuadrícula que conforma un cuadrado, de tal modo que la suma de cualquiera de las filas, columnas y diagonales principales rinda siempre un mismo número como resultado. Gutman elige la forma geométrica a representar y transforma series numéricas en series geométricas. Cada cuadro tiene los planos que signaron su origen y se define por una pureza muy cercana a la perfección. "En un mundo de ruido, dominado por el espectáculo de los medios de masas audiovisuales, el arte monocromo, que ha renunciado al despliegue de las gamas cromáticas y ha preferido experimentar la concentración en un mínimo elemento de color, es una experiencia solitaria, un refugio para la seriedad de la reflexión y la contemplación", sostienen los artistas.

martes, 28 de junio de 2016

"Campos de Marte": Marcelo GUTMAN + Martín PAZIENCIA en Pabellón 4 hasta el 25 de Julio


Inauguración: 29 de Junio a las 19 
Ramírez de Velasco 556, PB, Villa Crespo


Campos de Marte

“La organización de los efectos de la luz y sombra producen un mero
enriquecimiento de la visión.”
László MOHOLY-NAGY (1895-1946)

La década de 1910 marcó un cambio en la percepción del universo.

Los esfuerzos rusos por conquistar el espacio, junto con los descubrimientos científicos del momento, hicieron surgir una idea abstracta de la naturaleza, que se convirtió para los artistas de la vanguardia rusa en la meta final de su obra.

Más de un siglo después, Marcelo Gutman y Martín Paziencia, retoman esa preocupación creando obras que muestran la relación que existe entre las artes visuales y las matemáticas y la cosmonáutica.

Con estilos totalmente diferentes, en esta oportunidad exhiben obras que comparten como común denominador la monocromía, dónde el uso de un solo (no) color, en este caso el blanco, puede reflejar diferencias y variedades.

Porque el blanco es un abanico inmenso de posibilidades, ya que puede remitir desde un espejo que refleja el mundo a un tributo a la metafísica, incluso, un homenaje mismo al acto de pintar.

Al igual que el ícono, el monocromo es pasaje, confín, lugar donde se manifiesta una obra sublime, en la que las cosas sólo son "productos de la luz”

En un mundo de ruido, dominado por el espectáculo de los medios de masas audiovisuales, el arte monocromo, que ha renunciado al despliegue de las gamas cromáticas y ha preferido experimentar la concentración en un mínimo elemento de color, es una experiencia solitaria, un refugio para la seriedad de la reflexión y la contemplación.

Hoy, como en aquel lejano viaje al espacio entonces desconocido, la relación entre arte y ciencia tiene vigencia, cuyo objetivo es, no solo el progreso científico, sino también social y estético.